Henry Füssli: El artista conmovido hasta la desesperación por la grandeza de los restos antiguos (1778–79)
Hoy me he levantado optimisma y he recordado esta obra del pintor dieciochesco suizo Füssli. En ella plasmaba una sensación que me parece que todos nosotros hemos tenido. Pero no sólo nosotros, creo que es algo innato a todos los periodos artísticos de la historia. Füssli sentía que no podía superar a los artistas clásicos, pero los artistas clásicos también tendrían la impresión de no poder igualar a us antecesores.
Sin embargo, el propio Füssli es una figura clave para entender la trancisión entre el neoclásico y el romanticismo y ha pasado a la historia por ello. Cuando pintó esta obra no había nacido aún José Madrazo ni, obviamente, su hijo Federico. No había nacido Ingres y tanto Goya como Fortuny no habían tocado aún un sólo carboncillo. Quedaban por delante que aparecieran los grandes Artistas del XIX, como Delacroix, Waterhouse, Alma-Tadema, Klimt, Rossetti... los Impresionistas. Incluso quedaba por llegar el Siglo XX y sus grandes figuras como Dalí, Hooper y Lempicka.
¿Qué quiero decir con todo esto? Es imposible no abrumarse ante los grandes maestros del pasado y sentir que nada de lo que hagamos puede dejar de palidecer a su lado. Sin embargo, no podemos achantarnos por ello.
Ninguno de los que leemos o escribimos en el blog vamos a pasar a la historia y ninguna de nuestras obras va a sobrevivirnos, no nos engañemos. Tampoco nadie lo pretende.
Pero...
¿Dejó Füssli de pintar por no poder igualar a los antiguos? ¿Por saber que no podía superarlos? ¿Es que acaso trató acaso de hacerlo?
Que la desesperación ante la grandeza de los restos antiguos nos haga querer seguir pintando.
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