Desde la remotísima agua emergemos: en los sueños aparecen mares, que se retuercen y giran en el malva de la tarde o del hogar que anhelamos, poblados por anémonas, fijas en su prisión blanda y retráctil , pegasos sin alas de crines dóciles a la dirección del viento y plantas de colores imposibles que tiemblan mudas en este cielo invertido.
Mares cobijando el tumultuoso regimiento de la elegancia exquisita y sutil de los peces: eterno retorno de lo mismo y lo distinto.
Peces, peces: estrellas titilando en este cielo de agua; peces, peces: incontables hojas flotando en lo celeste; ágiles manos sobre la melodia del abandono; transparentes cuerpos danzando en líquido amniótico; peces como almáciga de pájaros mudos en la tarde; relámpagos entre algas agitando su desesperación verde; peces, antorchas de peregrinos, globos, puñales, agujas, semillas, en la felicidad de su inconsciencia: ¡peces, que habitáis los sueños imposibles donde anémonas, algas y corales duermen, llavadme allí donde el fulgor del origen permanece!
Creo que no podría haber tenido interpretación más bella la descripción onírica que acompaña la acuarela. Todo un universo de sensaciones apacibles. Gracias de todo corazón. Ha sido un regalo precioso.
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ResponderEliminarEstas acuarelas de Cristina son una pequeña muestra de sus posibilidades en el ámbito de esta bella técnica.
ResponderEliminarPueden convertirse en el punto de partida para una prolífica y fecunda línea de actuación.
Creo que vale la pena continuar, aunque hagamos incursiones en otros frentes.
Estoy seguro de que continuará si Frorencio persiste en sus culteranistas provocaciones literarias.
Hoy fueron peces, mañana pueden ser panes.