Sol naciente, luz primera de invierno
que hacia levante abre los ojos.
Cabeza de roca, corazón de oro,
alma errante de tramontana.
Un llaud, a lo lejos, va dejando
un resplandor de fuego.
¡Qué sola se siente la isla
y qué tristes se quedan las piedras!
Cuna de sal, estrella de poniente.
Infancia de sierra bandolera,
nieve, ríos y aire de montaña.
Espíritu viajero de pies agitados
y manos que nunca se cansan....
demasiado para solo una vida.
Tacita de plata, marinera de puerta tierra
se embriagó con aroma de pitiusas.
Abyla: fortaleza, puerto y ciudad
cosmopolita: judía, mora y cristiana.
Vientos de oriente y occidente confluyen,
para plegar allí las velas.
Enclave origen de la alianza
donde se reparten las cartas.
De una baraja española
los cuatro palos salieron:
oros, bastos, copas y espadas.
Tan iguales y tan distintos,
peces que hacia el mar nadaron
para jugar otras partidas.
Con el devenir de los años,
aires nuevos desplazaron
de Exilissa los navíos
hasta el suspiro del moro.
Son diez lustros de amor,
una historia escrita y laureada.
Dos barcos que siguen viajando
juntos, en el río de la vida.
DEDICADO A MIS PADRES EN SU 50º ANIVERSARIO DE BODA
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