Ambas acuarelas han salido de las manos de María Ybarra, en las dos se pone de manifiesto la plasticidad y sutileza del medio, además de la transparencia tan característica de esta técnica.
En este caso no es solo el tratamiento del color y los virados los que producen ese lirismo tan atractivo, sino el tema y la composición, profundizando ambos en el sentimiento de soledad que transmiten ambas acuarelas, y que en cierta medida recuerdan al norteamericano Edward Hopper (pero trasladado al ámbito andaluz).
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